Porque has puesto al SEÑOR, que es mi refugio, al Altísimo, por tu habitación. No te sucederá ningún mal, ni plaga se acercará a tu morada. –Salmo 91:9-10
El estar memorizando y meditando el Salmo 91 durante cuatro semanas ha sido muy bueno para mi alma. Si es la primera vez que te acercas a este salmo, espero que gran parte de la ansiedad e incertidumbre que puedas estar experimentando haya disminuido al considerar el extraordinario y amoroso cuidado de Dios. En cambio, si has acudido una y otra vez a las frescas aguas de este salmo reconfortante, puede que estés apreciando el valor revitalizador de recordar las mismas verdades que te han sostenido durante tu peregrinaje.
Lejos de ser una pócima para hacernos inmunes al sufrimiento, o una promesa sobre la protección temporal de nuestro cuerpo en esta tierra, el Salmo 91 es una declaración del buen propósito de Dios para nuestras vidas, y la seguridad de que lo cumplirá. Los versículos 9-10 son la clave para sostenerse sin desmayar en medio de las circunstancias más desfavorables.
El salmista dice: “porque has puesto al Señor... por tu habitación”. Esta frase no se refiere a lo que Dios es capaz de hacer; tampoco a sus beneficios; ambas realidades ya se afirman en el salmo. Más bien, esta frase se refiere a la única manera de deleitarse en esos beneficios.
Es cierto que lo que Dios hace y los beneficios que resultan de lo que hace no dependen en absoluto de nosotros. No hay nada que podamos hacer para ganarlos. Sin embargo, hay algo que Dios nos llama a hacer como respuesta.
Aunque sabemos que nuestro hacer proviene de la gracia de Dios (Filipenses 2:13), no debemos disminuir el peso de nuestra responsabilidad. Hay una manera de vivir en constante angustia, a pesar de ser cuidados por Dios, y hay una manera de disfrutar de su cuidado, incluso en medio del sufrimiento. Todo se reduce a la confianza. Cuando los hijos de Dios no viven a la luz de sus beneficios, añaden ansiedad a sus almas y lo deshonran. Pero cuando permanecen en Él, poniendo todo el peso de su confianza en Él, experimentan paz.
Si lees todo el Salmo, encontrarás tres afirmaciones que requieren acción. El versículo dos te invita a hablar a tu propia alma y a contar a otros del cuidado de Dios por los suyos. El verso 14 debe hacer que evalúes el lugar que ocupa el Señor en tu corazón. Y el versículo nueve te anima a ponerte conscientemente bajo el cuidado de Dios. Tal es la determinación de un alma que ha reconocido que Dios es digno de confianza.
Aunque son conscientes de estas verdades, muchos de los hijos de Dios viven como si no tuvieran esperanza. Jesús reprendió a sus discípulos en la barca porque el miedo tomó el control de sus corazones.
Jeremías Dyke lo expresó así: la manera de hacer del Señor nuestra morada es ponernos bajo su poder y providencia por medio de la fe. Es muy práctico. David tuvo la firme determinación de confiar en el Señor cuando su corazón era presa del temor (Salmo 56:3). Ralph Robinson, afirmó con razón que "la dependencia de Cristo no es la causa de que Él nos guarde, sino que es el calificativo de la persona que es guardada".
Como dice David: “Al SEÑOR he puesto continuamente delante de mí; porque está a mi diestra, permaneceré firme” (Salmo 16:8)
Cuando confías en Dios, la incertidumbre se convierte en seguridad, el miedo da paso a la paz interior, la agonía y la ansiedad se desvanecen, y puedes disfrutar del cuidado amoroso de Dios. No hay mejor lugar para vivir que la confianza en Dios.
Para reflexionar
¿Confías en las declaraciones acerca de Dios contenidas en este salmo?
¿Cómo te han llevado estas verdades a reconsiderar tu forma de vivir en un mundo que parece cada vez más inseguro e incierto?
El salmista estaba decidido a confiar en el Señor a la luz de estas verdades. Enumera dos o tres pasos concretos que puedes dar para confiar en el Señor en tus circunstancias.
Pide al Señor que pruebe a tu propia alma que confías en Él.